Las motosierras no se detienen: continúa la mutilación de árboles en Tres Isletas

Hace apenas unos días compartimos imágenes y la triste noticia sobre la mutilación de árboles en nuestra comunidad. Lamentablemente, la situación no solo no se detuvo, sino que se ha agravado: al recorrer las calles de Tres Isletas, es imposible no notar la escena desoladora que se repite una y otra vez. Árboles añosos, que durante décadas ofrecieron sombra, oxígeno, belleza y refugio para la fauna, están siendo destruidos sin una explicación clara ni visible planificación detrás de estas intervenciones.
Lo más alarmante es que quienes ejecutan estas acciones son justamente los encargados de proteger y conservar estos recursos naturales. Las motosierras del municipio continúan su avance con una ferocidad alarmante, arrasando con cada árbol que encuentran a su paso, como si mutilarlos fuera una meta en sí misma. No se observa planificación, ni criterio técnico, ni respeto por el valor ambiental y simbólico de estos seres vivos. Lo que debería ser una acción de mantenimiento racional se ha transformado en una campaña sistemática de devastación urbana.
El paisaje, como ya se había mencionado, es desolador. Árboles que durante décadas aportaron sombra, belleza y equilibrio al ecosistema urbano están siendo reducidos a troncos desnudos. En pocos minutos, se pierde lo que llevó años en crecer: refugios naturales para aves desplazadas por la desaparición de los montes, reguladores del clima local y pulmones verdes de nuestra comunidad.
Esta práctica se repite año tras año, y lo preocupante es que lejos de generar rechazo, muchas personas comienzan a verla como algo normal, incluso adoptándola en sus propios hogares. Así, la poda excesiva y sin fundamentos técnicos se naturaliza y se multiplica, generando un daño silencioso pero profundo.
Desde este medio, se insiste en la importancia de reflexionar sobre el rol que cumplen los árboles en nuestras vidas y en nuestro entorno urbano. No se trata solo de “ordenar” o “limpiar” la ciudad, sino de comprender que estamos interviniendo en sistemas vivos que tienen funciones vitales para el bienestar colectivo.
Los árboles no son propiedad de nadie en particular. Están en el espacio público y pertenecen a todos. Por eso, si cualquier persona –sea del municipio o no– actúa como si fuera dueño de un árbol y decide cortarlo o dañarlo, sepa que puede ser denunciado.
Cuidemos lo que aún nos queda. No permitamos que el mal ejemplo se convierta en costumbre. La naturaleza necesita respeto, no intervención desmedida.