
Una vez más, la postal desoladora de árboles mutilados, plantas devastadas y naturaleza maltratada vuelve a repetirse en las calles de Tres Isletas. Lo más preocupante es que esta práctica no es obra del descuido, sino de decisiones tomadas por quienes deberían ser ejemplo de preservación ambiental: las autoridades municipales.
En plena crisis climática y ecológica, cuando el mundo clama por proteger cada rincón verde, en Tres Isletas aún se perpetúa una práctica dañina y obsoleta: la poda excesiva, desmedida y sin criterio técnico. Esta intervención sistemática no solo atenta contra la vida de los árboles, sino que afecta gravemente al equilibrio del ecosistema urbano.
Desde el municipio, se justifica esta acción como parte de un plan de “limpieza y orden de la ciudad”, una idea que, aunque pueda sonar razonable, revela un concepto profundamente equivocado. Las hojas que caen en otoño no son basura; son parte del ciclo natural que nutre la tierra, conserva la humedad del suelo y ofrece refugio y alimento a pequeños insectos esenciales para el ecosistema.
Detrás del argumento de mantener “una ciudad limpia” se esconde una concepción errónea y peligrosa: las hojas caídas no ensucian, alimentan la tierra, retienen humedad y ofrecen refugio a insectos beneficiosos. Los árboles no desordenan, oxigenan, regulan la temperatura, generan sombra y son hábitat de la fauna urbana.
Además, es fundamental recordar que muchos árboles no pierden totalmente sus hojas en otoño ni invierno. Esta condición natural es vital para la supervivencia de las aves locales, que encuentran en sus ramas cobijo ante el frío, el viento y la intemperie. Con los montes nativos prácticamente extintos por la deforestación, los árboles urbanos se han convertido en el último refugio para cientos de pájaros, muchos de los cuales llegan a la ciudad desplazados por la pérdida de su hábitat original.
Sin embargo, al cortar sin criterio estos árboles, no solo se desfigura el paisaje urbano, sino que se destruyen nidos, se dejan expuestas a las aves al frío, y se interrumpe cruelmente su ciclo natural de vida y reproducción.
El daño no es solo visual, es estructural. Árboles que tardaron décadas en crecer son mutilados en minutos. La poda agresiva no fortalece: enferma, deforma y mata. Y su impacto no es aislado: afecta directamente al equilibrio ambiental, a la fauna urbana y al bienestar general de la comunidad.

Hoy más que nunca, Tres Isletas necesita parar la motosierra y empezar a escuchar a la naturaleza. Es momento de dejar atrás viejas costumbres sin sustento técnico, de reemplazar el desinterés por la capacitación, y la indiferencia por el compromiso ambiental.
No se trata solo de árboles. Se trata del tipo de ciudad que queremos ser.

Y para cerrar, una verdad clave: señor vecino, los árboles no tienen dueño. Nadie puede adueñarse de ellos. Si ve que el municipio o cualquier persona está cortando un árbol con la excusa de que «es suyo» por estar en la vía pública, recuerde que usted puede denunciarlo. Los árboles son parte del patrimonio natural de todos, y su protección es responsabilidad colectiva.
Cuidemos a nuestra naturaleza. No permitamos más que el municipio se imponga y se crea dueño de lo que es de todos.